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miércoles, 2 de marzo de 2011

Había una vez una chica que cuando cerraba los ojos, creía que el mundo ya no la podía ver. Solía cerrarlos cuando se sentía sola, derrotada o simplemente cuando tenía miedo. Todo el mundo pensaba que era una mujer fuerte y valiente, pero muy pocos sabían que, en realidad, era frágil y débil, tan débil que ni sus alegrías ni sus sueños conseguían sacarla a flote. A veces llovía mucho, tanto que ella se abrazaba a si misma y creía salvarse de la inundación. A veces paraba de llover por un tiempo para que las estrellas salieran, y eso era agradable. Era como justo antes de que el sol se pusiera sobre el canal. Había siempre un millón de chispas en el agua como aquel lago de la montaña, era todo tan claro...parecía como si hubiese dos cielos, uno sobre la cima del otro. Y luego en el desierto, cuando el sol salía, no podía distinguir donde el cielo terminaba y la tierra comenzaba. Era muy hermoso.

Supongo que había veces en las que le faltaba valor, para seguir mirando el cielo.

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