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miércoles, 22 de diciembre de 2010

Dueña de mi silencio.

De pequeña aprendí que para comunicarse no siempre son necesarias las palabras. Las palabras se pueden manipular, pueden perder su valor o tener demasiado. En cambio el silencio es más noble. El silencio es algo que se puede compartir. El silencio es estar en control. El silencio es poder.
Un día simplemente deje de hablar y descubrí que fue ahí cuando empezaron a escucharme mejor.
A diferencia, sufrir en silencio es un grito desesperado, un grito mudo que ensordece. El vacío se vuelve innombrable porque solo nombrar eso que nos falta nos parte el corazón. Es como eso que no quieres contar para que no se estropee, crees que el solo hecho de nombrarlo puede arruinar todo. ¿Lo que existe en silencio deja de existir si lo ponemos en palabras? ¿Palabras obvias que no hace falta decir o tal vez justamente por obvias hay que decirlas?

Dicen que somos esclavos de nuestras palabras y dueños de nuestro silencio. Y yo nunca voy a ser esclava de nada.
 

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